4-2: Olió a "pólvora" en el UD Almería Stadium
Nuevo recital de goles con un conjunto almeriense que sigue en línea ascendente y duerme en puestos de play-off de ascenso. Marcaron Chirino, Embarba, Arnau y Lopy
Varias horas después, sigue humeando el UDA Stadium tras el triunfo de la Unión Deportiva Almería sobre el Real Zaragoza. Un partido con olor a pólvora y emoción hasta el tiempo de descuento; tres de los seis goles se anotaron en esa Zona Cesarini después de un encuentro en el que los rojiblancos llegaron a rematar entre los tres palos hasta en catorce ocasiones, sin contar incluso con un larguero de Embarba. Un dato impresionante que dibuja el sometimiento que tuvieron los de Rubi sobre su rival, que no entregó el partido hasta el último momento.
El Almería ganó todos los partidos que se jugaron frente al equipo maño. Venció en la primera parte cuando tocaba no desesperarse con dominio y sin goles; venció cuando Chirino abrió el marcador nada más iniciarse la segunda parte; y venció definitivamente en la parte más enloquecida del partido cuando el Real Zaragoza tiró de orgullo. Los indálicos volvieron a demostrar que saben lo que se hacen en distintos contextos y pasajes de un mismo partido y agarraron con fuerza los tres puntos para continuar escalando en la clasificación.
La gota china empezó a brotar pronto por parte del Almería que, con paciencia y fútbol, generó en el inicio del partido varias situaciones de gol. Con el aficionado todavía sentándose, en el minuto 4, un robo de Baba provocó la primera ocasión a favor; Melamed recibió de Arribas -el chico es un manantial de pases- y su remate acabó manso en las manos de Andrada. Fue una jugada casi calcada que se repitió dos veces más de forma inmediata; mismo 'ladrón' de balones, Baba, y distintos ejecutores que no lograron perforar la meta de un asfixiado portero. La presión en salida de balón fue de muchos bares y generó constantes problemas al Real Zaragoza. El más gordo a la media hora de juego. Arribas, mordiendo a Keidi Bare cerca del área, encaró al meta rival pero este adivinó su disparo para acabar la acción en el enésimo 'uy'. Previamente hubo otros dos avisos en forma de remate de cabeza firmados por Baptistao y el propio Arribas. Un conteo constante. Un compás armónico. Dominio y, cada varios minutos, ocasión. Solo un susto anotado por el rival tras un remate seco y fuera del área de Sebas Moyano que se fue al lateral de la red.
Así llegó el encuentro al tiempo de descanso con un Almería remangado, paciente y vertical. Fútbol. Amenaza. Criterio. Y un marcador perezoso -no sabía lo que se le vendría en la segunda parte-.
Daijiro Chirino logró descerrajar la portería rival nada más comenzar el segundo acto en el 48'; el gol es pura potencia por parte del lateral diestro que, arrancando desde la zona de banquillo local, y contabilizando siete toques a la pelota, logró descoser el balón y romper las redes de Andrada; previa maniobra de escapista, sorteando hasta tres defensores rivales. Un gol de empuje total. Un gol oportuno. Un gol que desató el huracán que atizó al cuadro zaragocista. Y es que tres minutos después, con las redes del fondo sur todavía temblando, Embarba se colaba por el pasillo central y nada más pisar el perímetro del área anotaba el segundo del partido con un golpeo perfecto que, solo por el sonido del mismo, se intuía que acabaría dentro. Los de Rubi recogían, ahora, lo que habían sembrado, antes.
Rubi no esperó para refrescar y ajustar al equipo. Al igual que en el descanso, donde entró Centelles para evitar problemas mayores con la cartulina amarilla de Álex Muñoz, también tuvo que intervenir en el otro costado retirando Chirino por sobrecarga física. Neumáticos nuevos en las bandas. Y un centro del campo distinto con Lopy en el pivote y Arribas a su lado. Y una forma de atacar diferente con Thalys de referencia. Lejos de perder gas, el Almería pudo cerrar el partido. Debió cerrar el partido. Tuvo que cerrrar el partido. No lo hizo en varias transiciones fantásticas y, siempre pasa, el fútbol cogió las riendas del asunto. Kodro, que primero había avisado pero Andrés Fernández se lo había negado, logró acercarse en el marcador tras cazar un balón suelto en área pequeña. Restaban doce minutos para el final. ¡Y qué final!
Esta temporada el equipo rojiblanco tiene maniatado a cualquier fantasma que pudiera inquietar su confianza. No permite ninguna psicósis. Y eso ofrece una seguridad que irradia fuera y dentro del campo. El guión invitaba a proteger los tres puntos y sin embargo no fue así. Todo lo contrario. En el 86' Embarba astillaba el larguero; Baba, entre la temeridad y la genialidad en su área, lanzó un balón al espacio que propuso Arnau y que logró presentar en bandeja de plata pero que acabó en el poste.
Llegó el minuto 90 y la oda al fútbol. El intercambio de golpes. Arribas volvió a vestirse de delineante para dibujar el plano del 3-1 con un pase quirúrgico ante un desmarque preciso de Arnau Puigmal; parecía definitivo, por el momento del encuentro y por el frenesí de los locales, pero ahí saltó la vajilla por los aires. Soberón se encargó, un suspiro después, de anotar el 3-2 tras pescar en área rival un centro lateral que parecía imposible de rematar. Y, lejos de pérdidas de tiempo y de esguinces de cronómetro, Lopy decidió fintar elegantemente dos veces para driblar a varios contrincantes y poner el punto y final a un vibrante partido y a una victoria rotunda.












































